Los obreros de la viña

Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos; Mateo 20:16

Esta es una parábola que solo registra el evangelista Mateo, y como todas las parábolas enseña una verdad espiritual, reseñada en el versículo 16; “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”, e ilustrada por un padre de familia poseedor de una viña, que contrata a obreros para la recolecta de la uva madura de su viña, con quienes conviene el pago a recibir por su trabajo, tanto con los contratados por todo el día de trabajo, como los contratados por una hora.

La cuestión del merecimiento es algo que aquí queda absolutamente demostrado que no cabe en aquellos que hemos conocido la gracia abundante de Dios. Si el argumento del obrero que trabajó más (primero), en términos de tiempo, es que el que trabajó menos (postrero) no merece (no es digno, no a hecho méritos) el mismo salario que el que trabajó más, choca frontalmente con la gracia. La gracia no es otra cosa que el favor inmerecido de Dios, del cual todos somos partícipes, por lo que ninguno está en posición de hablar de merecimiento de nada, porque nuestra condición de pecadores nos hace inmerecedores, de cualquier dádiva o don, e iguales ante Dios sin excepción. Todos estamos supeditados a lo que el único y soberano Dios establece y determina, sin que tengamos argumentos de ningún tipo para decir nada al respecto de lo que establece y determina. Todo lo que Dios establece y determina es justo, es decir, se ajusta a derecho. La verdad absoluta en esta cuestión es que todos somos iguales ante los ojos de Dios, necesitados de su gracia abundante. Si alguien sabe establecer igualdad ese es Dios; “…El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos”; 2 Corintios 8:15.

El objetivo de esta verdad es tratar directamente con nuestra humana escala de valores, sobre todo en lo que respecta a compararnos con otros, por cierto, algo habitual en todos los hombres, sirvan las palabras del profeta Elías como demostración de ello; “…no soy yo mejor que mis padres; 1 Reyes 19:4”. No está demás que recordemos las palabras del Apóstol Pablo “…no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura”; Romanos 12:3. Es Pablo también el que declara hablando de si mismo lo que de nosotros debemos pensar, diciendo: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”; 1 Timoteo 1:15. Aunque siempre encontraremos a aquellos que lo que piensan es que ellos han de recibir más que los demás; “Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más”; Mateo 20:10, porque según ellos lo merecen.

Nunca debemos olvidar que es en calidad de pecadores que el eterno Dios trata con nosotros, por ello es que a todos les es dada la oportunidad de recibir y disfrutar su gracia abundante. Nadie es considerado por Dios, trabajador u ocioso, hombre o mujer, pequeño o grande, inmerecedor de su gracia, pues para Dios por encima de todo, sea género, virtud o cualidad, está la condición de pecador que es igual en todos.

Tampoco olvidemos que en términos de dádivas, dones, salarios o recompensas, lo que recibimos es en calidad de pecadores, y que toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…; Santiago 1:17 . Si lo que recibimos, lo recibimos en calidad de pecadores, entonces debemos admitir también en esto, que su gracia está presente, y que no hay lugar para la reivindicación de injusticia en lo que recibimos, pues recibimos siempre lo que es justo; “…os daré lo que sea justo”, “recibiréis lo que sea justo”; Mateo 20:3;7. Pero, ¿qué es lo justo?; en primer lugar, justo es que Dios haga lo que quiere con lo que es suyo, actuando con generosidad según su soberana voluntad, en segundo lugar, dándonos siempre, no lo que merecemos sino lo que necesitamos. Justo es que Dios nos de conforme a la necesidad y nunca conforme a la codicia, ya que la codicia hunde al hombre en destrucción y perdición; 1 Timoteo 6:9. Es precisamente bajo la actuación justa de Dios que recibe el pobre, es decir, el que tiene necesidad; “Reparte, da a los pobres; su justicia permanece para siempre”; Salmos 112:9.

Todo es por gracia, nadie tiene por qué gloriarse sobre otro, ni reclamar derechos de parte de nadie. Que nuestra disposición y actitud mental sea recta es el deseo de nuestro Señor.

Los primeros serán postreros, y los postreros, primeros.

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