Aunque la obra caritativa bendice a quien recibe, también da la oportunidad de vanagloria por parte del dador. Jesús indicó que a veces las personas dan para «ser vistos«. Quieren atraer la atención sobre sí mismos por sus actos de bondad hacia los demás, asegurándose de que otros sepan cuan generosos son y así de ese modo obtener reputación o prestigio ante los demás.
Otros pudieran dar por orgullo. Aun cuando la gente no se entere de lo que dan, su propia evaluación exaltada de sí mismos hace que se sientan superiores a los demás; Lucas 18:11,12.
Por último, algunos pudieran dar porque quieren que quienes reciben se sientan obligados con ellos. Emplean lo que dan como poder sobre los menos afortunados. Pero todas esas actitudes están en contra de la enseñanza de Cristo respecto a nuestra generosidad hacia los necesitados.
Hay una tenue diferencia entre el dar para bendecir a los demás y agradar a Dios y el dar para alcanzar el respeto, la notoriedad y el placer que puede concedernos el dar. Debido a ese peligro, Jesús les dijo a sus discípulos que se «guardaran» respecto a sus obras de misericordia. Quería que se fijaran más en sus motivos que en sus hechos.
Los fariseos de la época de Cristo comúnmente les daban publicidad a sus actos de generosidad para mostrar cuan justos eran, no hagamos nosotros lo mismo.
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