Reflexiones

8
Dic

Los obreros de la viña

Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos; Mateo 20:16

Esta es una parábola que solo registra el evangelista Mateo, y como todas las parábolas enseña una verdad espiritual, reseñada en el versículo 16; “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”, e ilustrada por un padre de familia poseedor de una viña, que contrata a obreros para la recolecta de la uva madura de su viña, con quienes conviene el pago a recibir por su trabajo, tanto con los contratados por todo el día de trabajo, como los contratados por una hora.

La cuestión del merecimiento es algo que aquí queda absolutamente demostrado que no cabe en aquellos que hemos conocido la gracia abundante de Dios. Si el argumento del obrero que trabajó más (primero), en términos de tiempo, es que el que trabajó menos (postrero) no merece (no es digno, no a hecho méritos) el mismo salario que el que trabajó más, choca frontalmente con la gracia. La gracia no es otra cosa que el favor inmerecido de Dios, del cual todos somos partícipes, por lo que ninguno está en posición de hablar de merecimiento de nada, porque nuestra condición de pecadores nos hace inmerecedores, de cualquier dádiva o don, e iguales ante Dios sin excepción. Todos estamos supeditados a lo que el único y soberano Dios establece y determina, sin que tengamos argumentos de ningún tipo para decir nada al respecto de lo que establece y determina. Todo lo que Dios establece y determina es justo, es decir, se ajusta a derecho. La verdad absoluta en esta cuestión es que todos somos iguales ante los ojos de Dios, necesitados de su gracia abundante. Si alguien sabe establecer igualdad ese es Dios; “…El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos”; 2 Corintios 8:15.

El objetivo de esta verdad es tratar directamente con nuestra humana escala de valores, sobre todo en lo que respecta a compararnos con otros, por cierto, algo habitual en todos los hombres, sirvan las palabras del profeta Elías como demostración de ello; “…no soy yo mejor que mis padres; 1 Reyes 19:4”. No está demás que recordemos las palabras del Apóstol Pablo “…no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura”; Romanos 12:3. Es Pablo también el que declara hablando de si mismo lo que de nosotros debemos pensar, diciendo: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”; 1 Timoteo 1:15. Aunque siempre encontraremos a aquellos que lo que piensan es que ellos han de recibir más que los demás; “Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más”; Mateo 20:10, porque según ellos lo merecen.

Nunca debemos olvidar que es en calidad de pecadores que el eterno Dios trata con nosotros, por ello es que a todos les es dada la oportunidad de recibir y disfrutar su gracia abundante. Nadie es considerado por Dios, trabajador u ocioso, hombre o mujer, pequeño o grande, inmerecedor de su gracia, pues para Dios por encima de todo, sea género, virtud o cualidad, está la condición de pecador que es igual en todos.

Tampoco olvidemos que en términos de dádivas, dones, salarios o recompensas, lo que recibimos es en calidad de pecadores, y que toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…; Santiago 1:17 . Si lo que recibimos, lo recibimos en calidad de pecadores, entonces debemos admitir también en esto, que su gracia está presente, y que no hay lugar para la reivindicación de injusticia en lo que recibimos, pues recibimos siempre lo que es justo; “…os daré lo que sea justo”, “recibiréis lo que sea justo”; Mateo 20:3;7. Pero, ¿qué es lo justo?; en primer lugar, justo es que Dios haga lo que quiere con lo que es suyo, actuando con generosidad según su soberana voluntad, en segundo lugar, dándonos siempre, no lo que merecemos sino lo que necesitamos. Justo es que Dios nos de conforme a la necesidad y nunca conforme a la codicia, ya que la codicia hunde al hombre en destrucción y perdición; 1 Timoteo 6:9. Es precisamente bajo la actuación justa de Dios que recibe el pobre, es decir, el que tiene necesidad; “Reparte, da a los pobres; su justicia permanece para siempre”; Salmos 112:9.

Todo es por gracia, nadie tiene por qué gloriarse sobre otro, ni reclamar derechos de parte de nadie. Que nuestra disposición y actitud mental sea recta es el deseo de nuestro Señor.

Los primeros serán postreros, y los postreros, primeros.

13
Jun

Guarda tu corazón

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida; Proverbios 4:23

Como todos los proverbios, el objetivo de este, es proporcionar sabiduría en relación a como tratamos  el corazón. Mediante la frase guarda tu corazón, el escritor sagrado nos responsabiliza del uso que hacemos del corazón. Dios habla de que no hagamos un mal uso del corazón diciendo: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado.”, Levítico 19:17. Es de sabios no descuidar el corazón, porque literalmente es una fuente de vida, que en caso de descuidarlo se convierte en una fuente de deseos y pasiones que causan la muerte.

Guardar en el hebreo נָצַר tiene dos sentidos, uno bueno, como sería proteger o custodiar, y uno malo, como por ejemplo esconder u ocultar. El escritor sagrado en este caso lo usa en el buen sentido, señalando que es necesario proteger nuestro corazón, por ser la fuente y lugar de convergencia de todas las corrientes de la vida, tanto espirituales como del alma.

Un ejemplo de mal uso del corazón lo encontramos en Esaú, hermano de Jacob, quién dijo en su corazón acerca de su hermano: “Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob.”; Génesis 27:41. Esaú descuidó su corazón y este se convirtió en una fuente de venganza, con un único fin, el de causar muerte. Una mala disposición del corazón, puede tener un desenlace fatal.

La antítesis de Esaú, la encontramos en José, quién también sufrió a manos de sus hermanos. A diferencia de Esaú, José guardó su corazón de de una mala disposición, no dando lugar a la venganza. Una vez muerto el padre de José, sus hermanos dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos.”; Génesis 50:15. La respuesta de José a sus hermanos evidencia que su corazón generaba vida, “Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.”; Génesis 50:19,20. Como José, seamos sabios en la gestión de nuestro corazón.

Guarda tu corazón, fuente y lugar de convergencia de todas las corrientes de la vida.

13
Jun

Una mujer sensata

Bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano; 1 Samuel 25:33

Como dice el apóstol Pablo, escribiendo a los hermanos de Corinto, hay cosas que acontecen como ejemplo, y escritas con un fin; 1 Corintios 10:11. Este es el caso de Abigail, de quién Dios habla como ejemplo de una mujer sensata. Cuando ni su propio marido le dio valor, Dios se encargó de revelar el valor de esta mujer sensata, de la cual Dios da testimonio desde un principio, diciendo de ella que era mujer de buen entendimiento (inteligente, sensata); 1 Samuel 25:3.

Abigail encarna perfectamente a la mujer sabia de Proverbios 14:1; “La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba.” Esta es la antítesis de la mujer de Job. Fue por su sensatez, cualidad infravalorada, que Abigail se convirtió en agente o instrumento de Dios, siendo una sencilla mujer de su casa; “Y dijo David a Abigail: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases”; 1 Sam 25:32.

¿Por qué una mujer sencilla no puede ser un agente de Dios? Esta escritura sagrada demuestra que si, que lo puede ser. La sensatez (buen entendimiento) está al alcance de cualquier mujer, y es tipo de la iglesia fiel; “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes (gr.φρόνιμος frónimos, indica inteligencia, y se traduce como prudente, sensato) y cinco insensatas.” Mateo 25:1,2.

Por su sensatez, Abigail tenía capacidad resolutiva. “Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle”; 1 Samuel 25:17. Dice Romanos 12:21, “…vence con el bien el mal”. Así lo hizo Abigail, Y ahora este presente que tu sierva ha traído a mi señor, sea dado a los hombres que siguen a mi señor“; 1 Samuel 25:27. La acción sensata de Abigail trajo paz sobre su casa, en lugar del mal que ya estaba resuelto, Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y te he tenido respeto; 1 Samuel 25:35.

Una mujer sensata sabe como vencer el mal.

13
Jun

El centurión

Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe; Lucas 7:9

En ocasiones menospreciamos a los que no son creyentes, y decimos para nosotros, que me puede enseñar a mi este. Lo normal cuando se trata de una cuestión de fe, es que aquellos que profesamos que somos creyentes, seamos ejemplo a los que no creen en cuestión de fe, pero no siempre es así. Suele suceder, que el ejemplo en cuestión de fe lo suelen dar los que no son creyentes. Tal fue el caso de un centurión romano.

Es sorprendente leer en los evangelios, que la élite religiosa en los días del ministerio de Jesús no creyeran en Jesús; «¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos?» Juan 7:48; y que aquellos que eran considerados por dicha élite como impuros creyeran en él. Que un centurión romano se expresara como lo hizo aquel del que da testimonio Jesús, lo dice todo; Lucas 7:1-8.

La lección que este centurión romano dio en cuestión de fe, fue notable, tanto que el propio Jesús no desaprovechó la ocasión para enseñar a todos, que no siempre el ejemplo en cuestión de fe lo recibimos de los que se presume lo debiéramos recibir, sino de aquellos que menospreciamos.

La fe de este centurión llevada a la práctica fue ejemplar, no necesitó ver personalmente a Jesús, para creer que Jesús era quién decían que era, bastó con que le hablaran de Jesús; Lucas 7:3. Tampoco necesitó que Jesús fuera personalmente a su casa para creer que estaba por encima de la enfermedad, y que por lo tanto su palabra era suficiente para que la enfermedad abandonara el cuerpo de su siervo; Lucas 7:7. Esta es la clase de fe que maravilla a Dios.

La fe del centurión fue registrada como ejemplo, aunque fuera de un centurión.

13
Jun

Nunca digas, nunca

Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré; Mateo 26:33

En ocasiones confiamos demasiado en nosotros mismos, y cometemos el error de expresar cierta infalibilidad sin darnos cuenta de ello, censurando lo que otros hacen, sin reflexionar que somos propensos a hacer aquello que censuramos que otros hacen. Por eso, nunca digas, nunca.

Como cumplimiento de la escritura del profeta Zacarías, Jesús anuncia que todos los discípulos se van a escandalizar de él; Zacarías 13:7, a lo que Pedro respondió con un rotundo, «…yo nunca me escandalizaré«. Probablemente Pedro no reflexionó sobre lo que estaba diciendo, al dar por sentado, que los demás discípulos harían lo que según él, nunca haría, negar que conocía a Jesús, rechazándolo; no considerando como dijera el apóstol Pablo, que también él podía ser tentado.

Pablo escribiendo en su primera carta a Timoteo le dice «ten cuidado de ti mismo…»; 1 Timoteo 4:16. Nuestra principal ocupación ha de ser por encima de todo, cuidar de nosotros mismos, rindiendo nuestras vidas diariamente al Señor que nos salvó, y que nos a de seguir salvando a causa de nuestra humana debilidad.

Jesús ilustró en cierto modo esto, al mencionar a un publicano que en lugar de justificarse asimismo expresando autosuficiencia, lo que decía rindiendo su vida era «…Dios, sé propicio a mí pecador«; Lucas 18:13 . Este reconocía la imperiosa necesidad que tenía de la ayuda divina en su vida, al considerarse un pecador, es decir, alguien propenso a pecar, y que necesita la ayuda divina cada día para no hacerlo. El escritor sagrado inspirado por el Espíritu Santo escribió «…No te apoyes en tu propia prudencia«; Proverbios 3:5.

Desconfía siempre de ti mismo, y busca siempre el amparo, el socorro y la ayuda de Dios en tu diario caminar.

13
Jun

Quién dijo que no

Es importante reconocer por medio del lenguaje quién nos habla. El que no es de fe duda y trata de transmitirnos su duda también a nosotros, para que también dudemos, las palabras de Saúl a David son un claro ejemplo de ello; «No podrás tú ir contra aquel filisteo…«; 1 Samuel 17:33. En su lenguaje siempre está presente la frase no se puede.

Por otro lado el que duda siempre tratará de justificar su duda, y con ello nos hará considerar y reflexionar sobre lo que para él es la causa de su duda; «porque tú eres muchacho«.

Otro claro ejemplo lo encontramos en el relato de los doce príncipes que fueron enviados a reconocer la tierra de Canaán; Números 13:30,31, los cuales también expresaron su duda y como no la justificación de su duda, «No podremos subir contra aquel pueblo»; «porque es más fuerte que nosotros«. El lenguaje en este caso fue determinante para que toda la congregación de Israel llorara y deseara volver atrás, influenciada por el informe negativo que la mayoría de los príncipes había hablado.

Cabe destacar que quienes en ambos casos referidos no eran de fe, quienes dijeron no se puede, eran líderes, el primer rey de Israel en un caso y diez príncipes de Israel por otro.

Quién nunca va a decir no se puede, es Dios. Es la voz de Dios revelada en su palabra la que debemos oír y a la que nos debemos rendir. Aquellos que son de fe nos alentarán siempre con la palabra de Dios, transmitiéndonos la fe que es por el oír de la palabra de Dios. Las palabras de un hombre de fe como Caleb dirigidas a la desalentada congregación de Israel fueron «más podremos nosotros que ellos«.

No escuches al que de continuo te dice que no se puede, no es alguien de fe.