Pablo pasa a demostrar nuevamente una verdad que surge de su propio ministerio. También le da la oportunidad de defender su ministerio ante aquellos que lo juzgan, explicando las razones por las cuales no reclamaba sus derechos como apóstol. Conduce esta parte de su argumentación principalmente por medio de una serie de preguntas, de las cuales todas exigían un “” como respuesta.

La efectividad de su ministerio apostólico en Corinto está a la vista, aunque algunos ahora cuestionan si debería volver para un nuevo período de ministerio; 1 Corintios 16:12. El es un apóstol, es decir, uno que ha visto al Señor; 1 Corintios 9:1; Hechos 9:17. De por sí la existencia de la iglesia de Corinto es prueba del reconocimiento divino de su ministerio, es decir, su apostolado en el Señor; 1 Corintios 9:2. Ya que su ministerio está puesto en tela de juicio por algunos de sus críticos, la defensa de la validez del apostolado de Pablo, que él ha definido en términos generales en los versículos 1 y 2, se hace más detallada ahora por medio de una serie de preguntas.

Pablo presenta los derechos del apóstol, del griego —gr. exousia— derecho a actuar: el derecho al sostén; el derecho a casarse (con una cristiana); y el derecho de la esposa de acompañar a su esposo (un principio que varios héroes misioneros del siglo XIX quebrantaron) como las esposas de los otros apóstoles y de los hermanos del Señor; el derecho de tener un sostén completo o, como Pablo pregunta: ¿O sólo Bernabé y yo no tenemos derecho a dejar de trabajar? Estos derechos son tan obvios como el derecho de un soldado a recibir su paga, el derecho del dueño de una viña a cosechar su fruto y el derecho de los pastores a la leche de sus rebaños; 1 Corintios 9:5-7.

Esto es un extracto del estudio publicado. Si lo desea obtener completo, le facilitamos la descarga.

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