1 Reyes 19:12

Un silbo apacible y delicado

La necesidad de que Dios nos hable es imperiosa y necesaria. Tal era el caso del profeta Elías. Este sintiendo que había fracasado en su misión, estaba escondido en una cueva, necesitado de oír la voz de Dios. Al parecer es innato en el hombre esconderse, cuando siente que ha fracasado. Esto fue lo que también hizo Adán; Génesis 3:10.

Si es importante que Dios nos hable, lo es aún más, la forma en que lo hace. Lo menos que necesitaba el desalentado profeta era oír la voz de Dios de forma tempestuosa. Por eso, tras una sucesión de manifestaciones naturales, el profeta percibió un corto sonido de silencio (silbo apacible y delicado). Ese era el momento adecuado para Dios hablar,  y lo hizo.

Dios sabe hablar con nosotros. Cuando tiene que hablarnos desde la tempestad lo hace, y cuando lo tiene que hacer tras el silencio, también.

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