Cantares 2:14
Hazme oír tu voz…
Como imagen de la relación entre Cristo y la iglesia, Salomón y la sulamita revelan el deleite mutuo de oírse. El oído facilita una experiencia profunda de cercanía.
Ella reconoce la voz de su amado y exclama con gozo: ¡La voz de mi amado!; Cantares 2:8. No hay mayor placer para ella que escuchar esa voz única. La iglesia también reconoce esa voz: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”; Juan 10:27.
Él también desea oírla: “Hazme oír tu voz”, porque le resulta dulce (aréb עָרֵב), placentera, y su mayor deleite es recibir una respuesta de amor.